EL RUMBO DE LA HISTORIA

EL RUMBO DE LA HISTORIA

jueves, 23 de junio de 2016

Mujeres en la Guerra de las Rosas (I).

Cuando se aborda la historia de las mujeres durante la Edad Media, surge el inconveniente de que no hay documentación muy abundante, sobre todo si se trata de mujeres de bajo estatus social, por lo que se opta por tratar la vida de las féminas provenientes de familias aristocráticas. Este es el caso de las mujeres durante la guerra civil inglesa, denominada Guerra de las Rosas, y de los sufrimientos de las que fueron objeto. Aunque no son documentadas muertes violentas, a diferencia de sus maridos, si que se veían privadas de sus bienes en el caso de que se encontraran en el bando de los perdedores.

Uno de los personajes principales de todo el conflicto fue Richard Neville (1428-1471), el hacedor de reyes. Tres de las hermanas de Richard fueron viudas de guerra: Cecily, Katherine, Eleanor.

·Cecily Neville (1415-1495), duquesa de York, sobrevivió a los siete hijos que tuvo en total. Tres de ellos murieron de forma violenta: Edmund, George y Ricardo (el rey Ricardo III), además de su marido, su hermano, dos cuñados, cuatro nietos, un hijastro y numeroso sobrinos y primos.

·Eleanor Neville (1398-1472), condesa de Northumberland, era la hermana mayor del hacedor de reyes. Perdió a su marido (1455), a cuatro hijos, a su hermano y dos cuñados.

·Katherine Neville (1442-1504), baronesa de Hastings, perdió a su primer marido, William Lord Harrington, en una importante batalla (1461), y al segundo, William Lord Hastings, siendo ejecutado (1483).

En el transcurso de la guerra, solo tres mujeres fueron acusadas de traición: Alice, condesa de Salisbury (1459), la reina Margaret de Anjou en 1461, y Lady Margaret Beaufort, condesa de Richmond y Derby. Esta última fue tratada de forma más generosa: el rey Ricardo III la dejó en libertad y transfirió sus propiedades a su marido. Otras tuvieron que pedir "asilo en sagrado", fórmula eficaz que permitía a cualquier acusado de cometer un crimen fuera intocable jurídicamente mientras permaneciera en un recinto religioso cristiano: Elizabeth (la esposa de Eduardo IV) lo hizo en dos ocasiones distintas, una cuando dio a luz al que sería Eduardo V en la Abadía de Westminster; Ana, condesa de Warwick, estuvo dos años en la Abadía de Beaulieu tras enterarse de que su marido había muerto en la batalla de Barnet (1471).


La reina Margaret de Anjou.



Las esposas de los nobles traidores solían perder sus dotes, aunque se les dejaba conservar sus herencias, si las hubiera, especialmente si la muerte de sus maridos les daba el derecho a ellas (jointures). Al verse desprovista de las propiedades de su marido fallecido, Margaret, duquesa de Norfolk, vivió sus últimos años de vida de la provisión que le dejó él mismo en el hogar familiar de Stoke Neyland.

De manera ocasional, las viudas eran mejor tratadas: Katherine Lady Hastings, en 1483, pudo conservar su dote (dower); Enrique VII no tomó represalias en contra de Ana, vizcondesa de Lovell, por la traición de su marido.

Las que quedaban en peor situación eran las mujeres que estaban alejadas de sus maridos, si ellos seguían combatiendo en contra del régimen establecido. Maridos, hijos, nietos, hermanos y cuñados podían causar esta especie de cáncer, con las mujeres quedando en un limbo, sin poder disponer de los recursos financieros a los que tendrían derecho en caso de ser viudas (recursos dispuestos por su marido en caso de fallecer). Ellas eran consideradas como una potencial quinta columna, sospechosa de ofrecer ayuda económica o de otro tipo a sus recalcitrantes maridos, hijos y nietos.

Las medidas que eran llevados a cabo contra tales mujeres eran las siguientes: ellas y todas sus propiedades e ingresos eran tomados en custodia y luego repartidos, a cambio de una pequeña cantidad para su mantenimiento y, luego, eran  consignadas a monasterios u otras casas de confianza.

De esta forma, en 1462, el mayordomo del rey, John Lord Wenlock, fue nombrado guardián y gobernador de Ana y Eleanor, esposas de los dos opositores, aunque traidores Lancaster, Lord Moleyns y Sir Edmund Hampden, y de sus hijos y propiedades. En el caso de Eleanor, Wenlock podía nombrar a los sirvientes que atendieran a la familia, imponer las rentas e incluso dar explicaciones de los excedentes familiares al monarca. Si ocho sirvientes eran muy pocos para una baronesa, a Ana Hampden sólo le dejaron disponer de cuatro. Wenlock también fue nombrado gobernador de Eleanor, condesa de Wiltshire, con poder de nombrar y despedir sirvientes, aún cuando su marido estuviera muerto; sus hermanos, sin embargo, seguían luchando.


Elizabeth Woodville, esposa del rey Eduardo IV.



De forma parecida, en 1485, Elizabeth, condesa de Surrey, quedó al cargo de Lord Fitzwalter, que despidió a sus sirvientes por falta de respeto hacia el  nuevo rey; al menos a ella se le permitió permanecer en la casa familiar.

La reina madre Elizabeth, esposa de Eduardo IV, fue confinada al convento de Berdmonsey Abbey, se le privó de su dote, y fue escasamente pensionada por Enrique VII con el pretexto que conspiraba con sus enemigos.


Ana Neville.



Todas ellas podían ser presionadas de otras formas. Ana Neville, viuda del príncipe Eduardo, fue ocultada por su cuñado, el duque de Clarence, que quería evitar que la obligaran a volver a casarse; se dice que la empleó en las cocinas de sus propiedades. Elizabeth Grey y Eleanor Butler, viudas respectivas de Sir John Grey y Sir Thomas Boteler, muertos en batalla, no pudieron disponer de los bienes que les dejaron sus maridos. Algo similar le ocurrió a Margaret Lucy, viuda de Sir William Lucy, caído en Northampton. Obligada a suplicarle al rey, el demandó favores sexuales (y parece que los consiguió).

Ana Beauchamp, viuda del hacedor de reyes, era la legítima heredera de las propiedades de su marido. Después de su muerte en batalla, ella hizo repetidas peticiones al rey y al Parlamento, aunque fue en vano, ya que el rey Eduardo pensaba que las mismas les sirvieran a los parientes de la viuda que seguían combatiendo en contra de los intereses regios.

Margaret, esposa del opositor irreconciliable Earl de Oxford, se vio privada de su dote, de los bienes que le había dejado su marido y de su herencia. Reducida su existencia a la caridad, se supone que se ganó la vida de costurera, hasta 1482, once años después, cuando le fue asignada una pensión de 100 libras anuales.


(Continuará...)



Fuente: The Wars of the Roses, de Michael Hicks.

Imágenes: Wikipedia.




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