EL RUMBO DE LA HISTORIA

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viernes, 10 de enero de 2014

Aníbal y Alejandro Magno: Los hijos aventajados.


No hace falta decir que ambos personajes fueron grandes conquistadores y excepcionales generales. Aunque, tuvieron en común algo más, fueron hijos de grandes hombres. No creo que sea muy atrevido decir que si Filipo II no hubiera sido el padre de Alejandro, éste no habría llegado a ser el gran personaje histórico que resultaría ser. Y lo mismo se podría decir de Aníbal con respecto a su progenitor, Amílcar Barca.

Uno fue asesinado y el otro cayó en combate, y es indudable que Filipo y Amílcar tuvieron una muerte prematura. El macedonio murió en un momento muy oportuno, ya que iba a iniciar una campaña de conquista contra el imperio persa. Por otro lado, sí Amílcar no hubiera caído luchando contra los íberos, tal vez hubiera conquistado una parte de fundamental de la península Ibérica y, quien sabe, tal vez se hubiera aventurado a llevar sus campañas en suelo romano pues, como dijo Tito Livio:

La pérdida de Sicilia y Cerdeña traía a mal perder a aquel hombre de gran espíritu (Amílcar) ... Torturado por estos sentimientos... y luego en Hispania, durante nueve años, actuó de tal forma incrementando el poderío cartaginés que resultaba evidente que andaba dándole vueltas a la idea de una guerra de mayor alcance que la que estaba haciendo y que, si hubiese vivido más tiempo, conducidos por Amílcar los cartagineses habrían llevado a Italia la guerra que llevaron conducidos por Aníbal.

En el congreso de Corinto, celebrado el año 338 a.C., los estados griegos dictaminaron unir sus ejércitos para invadir el imperio persa. Al mando de la tropa se encontraría el mismo que propició la alianza, Filipo II. Si no hubiese fallecido, probablemente el objetivo se hubiese cumplido. Como en el caso anterior, la gloria se la llevó su primogénito.


Así, son las cosas. Cuantos grandes hombres caen de las páginas de la Historia, sin que sepamos nada de ellos, ya que ningún cronista o historiador ha reparado en ellos. O, como en este caso, el de Amílcar y Filipo II, que caprichosa es la Historia, que relega la fama inmortal a los progenitores de los grandes personajes que fueron Aníbal y Alejandro, ya que la muerte les sorprendió en el mejor momento de sus carreras.

Macedonio y cartaginés, Filipo y Amílcar, además de padres fueron maestros. El primero le enseñó a Alejandro como manejar de forma conjunta una poderosa caballería y una, igualmente, potente infantería. Le diría como vencer a unos ejércitos persas, muy numerosos, pero muy escasamente cohesionados pues procedían de las innumerables rincones del enorme imperio asiático; cada uno con unas costumbres distintas, con una vestimenta propia y con el dialecto de su lugar de origen. Por otro lado, Aníbal aprendería de su padre como dirigir los elefantes de batalla, de como usar la caballería para envolver grandes formaciones enemigas, y de como hacerse respetar y querer entre los hombres pertenecientes a un ejército plagado de mercenarios que procedían de diversos lugares.




La fama de Alejandro Magno es inmortal. Por mucho que pasen los siglos nadie se olvidará del joven macedonio que conquistó un gran imperio. Lo mismo se puede decir de Aníbal y de su gran victoria de Cannas, en la que aniquiló a un enorme ejército romano que casi le duplicaba en efectivos. Esa batalla ha sido y será una de las grandes batallas de la Historia. En cambio, muy pocos se acuerdan de quienes fueron hijos y de cuanto le debieron a sus padres, dos de los más grandes marginados del panteón de los héroes de la Historia Universal, Amílcar Barca de Cartago y Filipo II de Macedonia.

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